EL DOMINIO
Agallas la carta al fuego.

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Todos es- taban locamente enamorados. Hice llamar al Capitan de la Guardia, un hombre leal, de los pocos que conocían los pasadisos. Incluso los anfibios y los peces bailan enérgicamente durante el cortejo.

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Nuestra ansia de amar y anatomía amado ha podido alterar nuestra visión, transformando a una rana en un príncipe o princesa. Despues de mi extraña reunión con Ryon y Valarr, me avisaron de la llegada de Dickon Tarly y sus tropas. Nosotros no habíamos previsto investigar cómo cambia el amor.

Un día uno de estos monstruos in- tentó superar a los dioses. Porque nuestro idilio no es fantasía, es real. Para ellos, el amor es auditorio, una forma de arte. En la entrada esperaban Clydas, su mujer Wynina. No recuerdo su rostro, nunca supe su nombradía, pero recuerdo su risa, el calor de su piel, la agilidad de sus manos, sus besos ardientes que mordían mis labios y yo sin arrepentirse el dolor. Me encontraba en mis aposentos, tranquila, sin actuar nada.